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CONFUNDIENDO A CLAUDIO LÓPEZ LAMADRID CON PAULO COELHO EN LA FERIA DEL LIBRO DE FRANKFURT (2ª crónica)

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Leyendo a Paulo Coelho he llegado a tener –fíjense si me gusta- experiencias extracorporeas e intracorporeas. Del primer tipo, me acuerdo un día que llegué a sentir que estaba flotando pegada al techo de la habitación. Del segundo tipo no voy a contarles nada. Mi madre me enseñó que una señora no debe hablar de sus cosas íntimas. Solo les voy  decir una cosa: fue la hostia. Y para más datos: “Hands off”.

Por eso, sabiendo que Brasil es el país invitado de esta Feria del Libro de Frankfurt y que Coelho encabezaría  su representación, en cuanto tuve un rato libre me encaminé, acompañada de Deborah Vintage –es una periodista sudafricana y nos hemos hecho íntimas-, al stand brasileiro para dar un abrazo a mi gurú, a mi inspirador, al hombre que ha sabido guiarme, a través de sus libros, hacia la plenitud. Previamente habíamos comprado en una tienda de deportes dos camisetas de la selección de fútbol de Brasil. Yo llevaba el dorsal 10, el de Pelé. Y Deborah el 9, el de Ronaldo. No quedaba nuestra talla y nos están un poco ajustadas. Pero no importa, lo relevante es que se note que apoyamos la cultura brasilera. No se imaginan lo bonita que es la caseta que ha montado el ministerio de cultura del país suramericano. Im-presionante. Como ellos dicen, es un homenaje al papel en un momento en que lo que está de moda es lo digital. ¡Olé!

En una de las esquinas del stand de Brasil hay unas tumbonas en las que puedes descansar un rato escuchando música de Caetano Veloso  y Chico Buarque. Una delicia. Allí nos acostamos esperando a que Paulo Coelho apareciera. Nos quedamos dormidas, claro. Al despertar media hora después preguntamos por él y nos contaron que “o senhor Coelho nâo vai vir”. Nos remitieron a su blog para conocer los motivos:

  No iré a Frankfurt a pesar de la gran estima que tengo por su feria, porque simplemente no apruebo la forma en que Brasil representa su literatura. Yo no quiero pasar por un Robin Hood brasileño. Pero no se siente bien ser parte de la delegación oficial Brasileña de la que no conozco ni a la mayoría y que excluye a muchos escritores que el público Brasileño conoce, y que representa la nueva cara de la literatura Brasileña.

Parece que el mejor escritor sudamericano de todos los tiempos acusa al Ministerio de Cultura de su país de llevar a la feria a los amigos de los políticos y no a los escritores jóvenes que de verdad lo merecen.

Al vernos tan tristes y apenadas por no haber podido besar al Javier Marías do Brasil, uno de los responsables del stand, natural de Rio de Janeiro, nos invitó a unas caipirinhas. Los cariocas no salen de casa sin su botella de cachaza y su bolsita de limas.  Después de cinco caipis mi amiga Deborah, que nunca ha leído sus libros, era más fan de Coelho que yo.

Aquella tarde fue difícil dejar de pensar en Paulo Coelho. Todo en la feria nos lo recordaba: los buses que se mueven dentro del recinto llevan su foto; los periódicos, las revistas y los folletos lo retratan página sí página no y el agradable acento con que los brasileiros hablan el portugués se escucha por todos los rincones, o eso nos pareció. A pesar de la ausencia del escritor, su editorial en alemán, Diogenes, había organizado un coctel en su honor. Allí que nos fuimos enfundadas en nuestras camisetas de la canarinha. Para que ustedes entiendan cómo son algunos de los profesionales de este sector, les contaré la lamentable situación a la que tuvimos que asistir. Al evento de homenaje a Coelho se había invitado a todos los editores internacionales de su obra. La idea era terminar con una foto de familia que los reuniera. ¿Se pueden creer que algunos de esos editores, en el momento de posar, se escondían avergonzados para que su cara no apareciera en la instantánea? Lo que están leyendo.  Pero nosotras seguimos pensando que Coelho es grande porque con su prosa nos ha hecho más inteligentes, mejores personas humanas.

Claudio López Lamadrid

Paulo Coelho

Más tarde, paseando cerca del stand de Random House, y mientras le contaba yo a mi amiga Deborah el momento más emocionante de El Alquimista, la vida se me cayó a los pies con el peso y el frío de una bola de plomo, como dice el comienzo de Misión Olvido, de María Dueñas. Estaba viendo –mi cerebro no daba crédito- al mismísimo Paulo Coelho. Pero ¿no había cancelado su visita?:

-¡¡Es él, Deborah. Míralo!!

-¿Estás segura, Margaret? ¿No será el efecto de las caipirinhas que te genera ilusiones ópticas?

-¡¡No, no. Es el gran Paulo Coelho!! ¡¡Paulo, Paulo!! -vociferaba yo al tiempo que me arrancaba a correr en pos de mi objetivo.

El señor, que estaba de perfil, al oír mis gritos se giró y, viendo que mi persona se le echaba encima, dio dos pasos hacia atrás al tiempo  que alzaba las  manos con la intención de evitar el abrazo que yo me disponía a darle.

-Señora, me confunde –exclamó alarmado ante aquel tren vestido de amarillo que se dirigía hacia él-. Me llamo Claudio y no nos conocemos. ¡Que me suelte, coño!

No sé si fueron las caipirinhas o la mala fortuna, que puso un obstáculo en mi camino y me hizo tropezar, pero toda mi corpulencia (considerable, lo reconozco), se le vino encima a aquel caballero que ya de tan cerca me hizo dudar sobre su identidad. Tuvo que ser Deborah la que me apartara de mi víctima levantándome. Aquel hombre quedó en el suelo bastante aturdido.

Me había confundido, cierto. Aprovecho esta crónica para pedir perdón a don Claudio López Lamadrid, director editorial de Random House Mondadori en España. Más cuando ahora sé que entre los españoles y los latinoamericanos asistentes a la feria ya había habido bastante cachondeo sobre su parecido con el autor brasileño. Entienda usted, don Claudio, que yo soy muy vehemente en esto de la idolatría. Tenía usted que haberme visto cuando era fan del Duo Dinámico. A modo de compensación –y ahora que miro las fotos- le diré que  es usted más guapo y elegante que Paulo Coelho. Le prometo que no volverá a ocurrir.

Aunque estaba anunciado Markus Dohle (C.E.O. de Penguin Random House) como protagonista de uno de los actos más importantes de la feria, en su lugar teníamos planeado ir al stand mejicano. Preferíamos los narcocorridos y las margaritas (con tequila Don Julio) a las multinacionales de la cultura (perdón por el oxímoron). Pero pensé que  escuchando al gran jefe del señor López Lamadrid (al que acababa de atropellar) se me podía ocurrir una forma de ayudarle en su carrera –a don Claudio- y compensar de ese modo mi asalto salvaje de unos minutos antes. Markus Dohle es el máximo ejecutivo del gigante que ha resultado de la fusión entre Random House y Penguin.  El evento consistía en enfrentarlo a cinco periodistas y que lo bombardearan a preguntas. El señor Dohle dijo, entre otras cosas que ya todos sabíamos, que es mejor llevarse bien con Amazón (“nosotros tenemos los contenidos y ellos el acceso al cliente”) y que el próximo reto para su grupo –hoy el más potente en lengua inglesa- es el mercado hispanohablante de “500 millones”. Esta es la mía, me dije. “Señor Dohle, tengo yo un amigo, que además trabaja en su grupo, que de literatura en castellano sabe un huevo”, le grité –en inglés, claro- abriendome paso entre el enjambre de pelotas y aduladores que se arremolinó en torno a él después del acto. No me hizo caso y un guardaespaldas me apartó de un empujón. “Who´s that crazy lady?”, me pareció escucharle.

Avergonzada y encorajinada me marché a ver el stand del Insitut Ramon Llull donde hacen promoción del ‘Jo confesso’, de Jaume Cabré, que ha sido un exitazo en Alemania.  ¡Enhorabuena, Jaume! Celebran también el centenario del nacimiento de Salvador Espriu. Se acercó un idiota –la feria está llena- que al escucharnos hablar en catalán preguntó si aquél era el puesto de Brasil. No le di dos puñetazos porque de nuevo me agarró Deborah.

Luego, otra vez en el Hotel Hof, me encontré a un importante editor escocés borracho como una cuba. Me dijo con su lengua estropajosa que la noche anterior había sido muy cariñosa con él. Además de borracho, un bocazas.

Le tengo que preguntar a mi amiga Deborah, porque estoy casi segura de que anoche me contaron que en breve se va a producir la megafusión de dos editoriales multinacionales. Un bombazo. Deborah se tiene que acordar de los nombres de las empresas. Y puesta a recordar: ¿Cómo se llama esa agente literaria española que pillé morreándose con un editor nórdico cerca del baño de caballeros del Rof? ¿Y qué hacía yo cerca de baño de caballeros? Esta noche sólo beberé cerveza. Así mañana les cuento esos detalles importantes sobre la feria que ustedes quieren conocer. Prometido.

¿Qué hace el editor sudamericano al que echaron de Planeta merodeando continuamente por el stand de Planeta?

La foto de familia de todos los editores de Coelho en el mundo.



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